5 sept 2010

Cita con una Piedra

Es así, ser piedra no es para cualquiera. Es un estilo de vida, hay que bancárselo.

Y la gente te pregunta:
- Vos me estás cargando? De verdad te pasó eso?
- No salamín, si lo voy a estar inventando porque me gusta que me tomen por boluda...


La cuestión esta de las redes sociales la verdad es que no ayudan para nada. Empezás a encontrar esas compañeras de la secundaria que no tenían ni dos dedos de frente y ahora están felizmente casadas con flacos llenos de guita, que las pasean por todo el mundo. Y desde la oficina mirás las fotos de las descerebradas en biquini en Brasil pasándola fenomeno, mientras el chupamedia que te pusieron como jefe te pide que le resuelvas algún lio.

O sino ves a tus ex novios que se juntaron, tienen hijos, se ven re felices posando en las fotos con mellizos. Me explicas como hizo para tener mellizos? Dos de un solo saque!!
 Y una que los dejó porque quiere ser una mujer independiente y exitosa... pero terminás en un laburo donde te explotan, viviendo con tres personas más, sin recibirme luego de más de 7 penosos años en una facultad que se cae a pedazos y soltera. No es que quiera casarme, pero algún festejante de vez en cuando no le viene mal a nadie.


A eso voy… mí mejor amiga, (perdón LA mejor amiga del mundo) me presenta un flaco. Empezamos a chatear, agregarnos al facebook, en fin, todas esas cosas que te sobreconectan y de las que luego te lamentas porque pasados los dos meses lo ves hasta en figuritas.
Buena onda, ocurrente, divertido. Me invita a salir el jueves. Le digo que sí.


Regreso a mi casa después de mi día de trabajo, contenta y decidida a no seguir trabajando cosa que hago muy a menudo. Me pego una ducha y salgo enroscada en mi toalla amarilla.
Yo no sé con seguridad cual fue el movimiento que quise hacer, pero la cosa fue que mi pierna izquierda no respondió y como si tuviera vida propia se dobló, quedandome arrodillada en el piso sin poder moverme del dolor.
Mi queridísima hermana, con la cual comparto la habitación, estaba acostada hablando por teléfono con alguien que por lo visto tenía algo demasiado importante para decirle, porque se sentía que hablaba sin parar siquiera para respirar.
Ella asistió a todo el episodio sin esbozar ni la menor cara de preocupación. Ante mis gritos de Ayudame! Por el amor de jebú! No me puedo mover! y sin colgar el teléfono, la piba del otro lado del tubo parece que le dijo que me acueste boca abajo.
Eso fue lo que hizo y siguió al telefono lo mas pancha, mientras yo yacía atravesada en el medio de la habitación. (Aclaración: mido 1.80 m, la movilidad no es mi fuerte)


Listo. Se me hizo re tarde, me dolía todo, chau cita.
A contramano de todos los pronósticos, me volvió a invitar a salir el viernes. Mi cintura estaba cada vez peor, pero no me importaba y seguí el iluminado consejo de un compañero de trabajo de hacerme un baño de inmersión.
Estaba esplendida metida en la bañera, llena de espuma, cual protagonista de película, ya a punto de enjuagarme tanto producto que me había echado encima cuando mi estimado primo con toda su calma grita de afuera:

Estas bien? Acá afuera está todo inundado, che. Uh, llego a la pieza…

Toda mojada me enrosque en mi toalla amarilla y salí a ver cómo podíamos controlar la inundación. Uno atajaba el agua del living, otro de la pieza y con mi prima tratábamos de destapar el desagüe. En algunos minutos estaba todo controlado.
Pero nunca subestimes el poder de la piedra.


Me seque como pude y me acosté con la bolsa de agua caliente a ver si la cintura después de tanto fratacho mejoraba un poco. Que ilusa.
Me conecté y lo encontré, así que decidida a hacer las cosas bien le dije que tenía algo que contarle. Le confesé que yo era piedra y relaté el episodio precedente.
Le pareció gracioso, hasta ofreció llevarme a comer algo calentito. No sabía con que se encontraba verdaderamente.


Media hora después, ya sola en casa, empiezo a sentir desde el baño ruidos bastante extraños. Me acerco y de la rejilla salía agua. La llamo a mi amiga, llorando y riéndome a la vez. Me dijo que me quedara tranquila que salía con el plomero líquido para mi casa.
Aislada del mundo con la repentina caída de internet, empecé a sentir más ruidos y ahí el desastre. Empezó a reflotar de la rejilla agua, y no exactamente agua mineral, sino el agua de la cloaca. En criollo: agua con mierda.


Corrí abajo a llamar al portero que vino enseguida y al ver la catástrofe no tuvo mejor idea que meter una manguera a ver si destapaba. Fue peor. El agua empezó a salir con mayor intensidad y para todo esto yo iba por la casa juntando trapos para frenar el agua que se iba para la pieza y el living.
Cuando llegó mi amiga salía justo a buscar el tacho gigante de basura que hay en el pasillo del edificio para contener tanta agua que salía por el baño y que no sabíamos dónde meter.
Llenamos el tacho gigante y el portero siguió con sus ideas brillantes, quiso tirar la porquería en la rejilla del patio que por suerte también estaba tapada y empezó a salir agua por la rejilla de la cocina también.


Ya era inútil correr o tratar de subsanar lo que estaba pasando. El portero fue a llamar al plomero de emergencia mientras con mi amiga juntábamos soretes con la pala, literalmente.


Así fue, juntamos tres tachos y medio con esa agua inmunda hasta que vinieron a destapar. Mi amiga en un acto de valentía se arremango los pantalones y se metió en el medio de todo el desastre a ayudar para que no me siguiera destrozando la cintura. Una verdadera prueba de amor.
Estuvimos hasta las 3 de la mañana desinfectando toda la casa y desinfectándonos nosotras también.


Como era de esperarse, fui la más afectada. El acolchado tejido que tenia sobre mi cama lo usé para contener el agua que se dirigía al living y lo tire porque no soportaba siquiera verlo.
También tiré la maceta con los girasoles de plástico que tanto amaba y que tanto despreciaban mis convivientes. La verdad es que ya estaban bastante baqueteados esos girasoles (ni las plantas de plástico sobreviven conmigo), pero me negaba a deshacerme de ellos, eran como símbolo reivindicatorio de en esta casa pongo lo que yo quiera.
Se mancho una de mis camisas favoritas y nadaba entre la inmundicia la foto de Cristina. Al otro día en contra de todas mis creencias terminé yendo a la guardia a que me den algo para la cintura.

De más está decir que me quedé sin cita.

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