30 abr 2011

Stone´s Open World

Uno de los mandamientos más importantes de una piedra es que no debe planificar. 
¡NO! No insistas, no vale la pena. Es mejor entregarse a la desidia del cosmos, o de la fuerza que sea que empuja a que todo salga al revés de lo planeado.

Viaje a Brasil por laburo.
Si no supiera el verdadero motivo de la elección de los que viajábamos diría que eligieron a todos por piedra,  y por supuesto estaba yo entre ellos.
Partimos hacia el país hermano un domingo a la mañana. Éramos 5 e íbamos en distintos vuelos. A mí me tocaba viajar con lo que se podría llamar mi media Roca. Cuando estamos juntas parece haber un potenciamiento de la piedrez y suelen suceder hechos increíbles. 
Ese domingo, me levante temprano y terminé de acomodar todo para estar 3 horas antes en el aeropuerto. Claramente, trato de prepararme para cualquier inconveniente que pueda surgir camino al aeropuerto.
El día parecía tranquilo y llegué en tiempo record, hasta me tomé 5 minutos en la entrada para fumarme un cigarrillo y esperar a mi compañera a la que había obligado a llegar también 3 horas antes. Entrando a la fila para el check in, nos dicen amablemente que el vuelo estaba un poco demorado debido a la tormenta que se había desencadenado en Londres. Nos advirtió que tuviéramos paciencia porque el avión siquiera había aterrizado en San Pablo.
Ese es el poder de la piedrez, desencadenar una tormenta de nieve a exactamente 11.086 Km y con esto frenar todas las salidas de los vuelos.
Claro que le poníamos toda la onda y más cuando nos dijeron que por estar sobrevendido viajábamos en ejecutiva. En ejecutiva de un Jumbo en British, un golazo. Cuanto podríamos estar esperando?  
Tomamos un café en el aeropuerto, fumamos un pucho, caminamos un poco, era un domingo peronista y el solcito estaba hermoso. Decidimos embarcar y pasear por el free shop. Nos maquillamos, nos medimos anteojos, sombreros, camperas, perfumes, miramos con amor las bebidas, compramos chocolates.
A todo esto ya se nos habían ido 1.30hs. Sigamos con el tour. Fuimos al fumadero, miramos los precios de la peluquería, chusmeamos las revistas y los libros, tratamos de entrar a la sala de American Express sin exito. Otra horita más.
Qué hacemos? Nos moríamos de hambre y nos comimos un tostado. El jamón del tostado debía ser de un chancho alimentado a almendras como mínimo, porque por poco no se nos fue el sueldo de un mes cuando nos trajeron la cuenta.
Mientras comíamos mirábamos con bronca a los tanos que estaban sentados al lado nuestro que no paraban de sacar adminículos tecnológicos con los que se entretenían.
Otra hora más tarde y ya desparramadas en los asientos del aeropuerto, visualizamos el jumbo por el vidrio. Por fin, llegó.
-          Che, la gente le saca fotos al avión. Porque será?
-          Que se yo, capaz están contentos de que llegó. Andá a sacarle una foto también, mirá que cacho de avión nos mandaron
Automáticamente luego de pronunciar esa frase, Vivi se levanta para sacar la foto y el avión se esconde atrás de la manga.
-          Ya fue, avión de mierda.
Otra media horita para limpiar el avión y estábamos adentro. Ya perdí la cuenta de cuánto tuvimos que esperar así como también perdimos la tarde que teníamos libre para pasear.
Casi 12 horas después estábamos en el hotel como si nos hubiera pasado un tren por encima.
Hicimos el check in y nos dieron las tarjetas para las habitaciones, una al lado de la otra. Entramos al ascensor, piso cinco, la puerta se cerraba y no subía. Nos mirábamos sin saber qué hacer.
A la cuarta vez que se cerró y se abrió,entra un señor que pasa su tarjeta y automáticamente el ascensor sube. Nos miramos tentadas y prometimos no contarle a nadie lo que nos había pasado.
Llegamos a las habitaciones y en cuanto estamos a punto de separarnos después de la larga jornada yo meto la tarjeta y abro la puerta de mi habitación.
Nomás abro la puerta y a punto de tirarme de cabeza a la cama, veo a un señor sentado en un escritorio, trabajando con su laptop en remera, calzoncillos y zoquetes.  
Se levantó de golpe en un movimiento desesperado al grito de:
Ou mai god, jou dis japen!!!
Yo no sabía para que lado disparar, ni que decir. Pedí perdón 14 veces, le cerré la puerta y corrí a la habitación de Vivi.
Imagínense al pobre yanqui, con el cagazo que le tienen a los atentados, a los tercermundistas, que se le aparezca alguien como yo, que de por sí me caracterizo por ser bastante grandota y más después del día que había pasado. Toda destartalada, pegoteada de la humedad que hay en San Pablo, ojerosa y despeinada. El pobre hombre se pegó un susto bárbaro.
Al parecer el hotel estaba sin sistema y tuvieron problemas para asignar las habitaciones.
Cuando me reasignaron la habitación, a dos puertas de mi amigo yanqui, le pedí al señor que me traía las valijas que subiera conmigo y espiara antes de entrar para asegurarse de que no hubiera moros en la costa.
Los días subsiguientes me la pase escondiéndome del yanqui por los pasillos del hotel…

  

  


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